jueves, octubre 23, 2014

Crónicas patéticas de un pobre país rico.

           Conseguí una nueva forma de interpretar el sentimiento que me invade cada vez que voy al Supermercado y consigo algo que necesito. 

             Hoy me dediqué a hacer cosas de mi casa, como pagar servicios (que no funcionan pero igual hay que pagar) y entrar a los supermercados a ver que conseguía, y resulta que me fue muy bien, conseguí jabón de lavar ropa, jabón de tocador, y champú. 

             Cuando yo llegué pude agarrar mis objetos que iba a comprar de manera relajada y sin mucho estrés relativo pues la gente miraba con avidez el carrito que yo llevaba, calculando lo que tenía en el y probablemente pensando dónde estarían esos productos, así que tenía que estar pendiente de que no me sacaran algo del carrito mientras me daba la vuelta para meter otra cosa.

             Total que armada de paciencia absoluta y supina me paré en la cola para pagar, y aclaro que me puse a hacer la cola para pagar porque conseguí comida para mis gatos pues si no, por mucho jabón que llevara y mucho champú que hubiera conseguido no hubiera hecho la cola esa. Bueno, la cosa es que estaba en la cola, con mi sensación de alegría por haber conseguido los productos básicos que tenía, pero a la vez, tenía y sigo teniendo una sensación de desazón, de incomodidad, de picazón en la espalda como cuando uno sabe que algo está mal. 

              Y es que claro que está mal que un país en el que, Isabel Allende no exageraba cuando decía en su novela "Paula", que Venezuela era un país tan rico que si se tira al suelo en un campo una semilla de mango nace un árbol, y se tienen mangos sin mucho esfuerzo pues la lluvia se ocupa de regarlos...Está mal que haya que madrugar para hacer colas, está mal que no haya productos básicos y peor aún que la gente naturalmente se desespere y se ponga violenta para obtener lo poco que mal se consigue.

          Y allí comprendí que la emoción que sentía era una patética alegría, alegría pues tenía lo que necesito, pero patético pues es mi derecho a suplir mis necesidades básicas sin necesidad de hacer infinitas e interminables colas y además exponerme a que me lastimen en el proceso, y es que cuando estaba en la caja ya pagando y el jabón de lavar se había terminado, llego otra tanda de jabón y la gente se desesperó y empezó a correr hacia donde estaba el jabón empujándose y gritándose...no, no hay derecho a vivir así. 
           
             Lo que me consterna, por decirlo de algún modo, es que yo digo NO, ya basta pero, una golondrina no hace verano, de allí que mi alegría sea breve y fugaz como el mismo aleteo de una golondrina volátil...El momento llegará cuando todos entendamos que no es esta la forma de vivir, que tenemos derecho a obtener los productos básicos elementales de alimentación e higiene, por no hablar de los medicamentos que mejor ni los menciono, al menos no en este post. 



jueves, mayo 22, 2014

Los tres apoyos


En tiempos difíciles es cuando el carácter, la personalidad, las creencias y afines se ponen a prueba. Mentiría cual condenada si dijese que no estamos atravesando tiempos difíciles en Venezuela, especialmente estos últimos cuatro meses de este año 2014. Sin embargo, no es de las dificultades de las que quiero hablar, y si hablase de eso seguro que conseguiría más audiencia pues he notado que las cosas que percibimos como malas y complicadas tienen como un magneto que atrae a la gente, será porque estamos todos afligidos y tenemos energías discordantes que atraemos eso, o no sé. Tal vez, solo somos curiosos y queremos ver y comparar como está otro. En fin que en tiempos convulsionados es difícil ver lo bueno que nos llevará a salir adelante o a progresar o a resolver nuestras inquietudes o problemas.

Conversando con mis amigos y compañeros y colegas, y todo aquel que se deje atrapar por mí para conversar, generalmente nos movemos por lugares comunes tales como necesito papel higiénico, café, un carro nuevo, una batería nueva para el carro, etc. Quiero aclarar que estos son lugares comunes desde hace poco más o poco menos un año en nuestra Venezuela, pero,  tampoco es de esto que quiero hablar.

Ayer conversábamos un nutrido grupo de jóvenes contemporáneos, ok, adultos jóvenes contemporáneos y no, no entrare en mayores detalles de juventud, al menos no por el momento. El tema es que, hablábamos de alcanzar metas, cumplir objetivos todos ellos relacionados con bienestar personal y progreso familiar, y uno de nuestros compañeros dijo algo que todos repetimos sin cesar: hay que tener fe.

En ese momento, noté un detalle bien significativo, que decidí en ese momento llamar los tres apoyos.
La fe sola no nos sirve de nada, bien dice la Biblia, que Dios dijo: “Ayúdate que yo te ayudaré” vale, la fe sola no sirve, pero sin fe tampoco sirve. Si no estamos convencidos que lo que anhelamos para mejorar nuestras vidas es posible, esto no llegará a nuestras vidas. La fe es la creencia que nos permite soñar y obrar en consecuencia.



El segundo apoyo, es la determinación. Una vez que hemos comprendido que tal o cual acción mejorará nuestras vidas considerablemente o al menos medianamente pero contribuirá a que alcancemos algún nivel o grado de perfeccionamiento espiritual, emocional, mental, físico y/o material, es decir, nos dará un grado de felicidad que para el momento es lo que necesitamos emprenderemos las acciones. 



Entonces, si queremos irnos a hacer un postgrado en Noruega, buscamos todos los cursos de Noruego, y desempolvamos los últimos títulos académicos conseguidos, miramos todos los días las Universidades en Noruega, y suspiramos, tenemos fe y estamos determinados a irnos a estudiar un postgrado en Noruega. Pero, ya va, ¿tanto papeleo? ¿Apostilla de la haya… que? Ay no, pero yo me quiero ir,  yo estoy determinada y tengo fe que si creo que me voy a ir me iré. Ajá, si, claro que no. Así como suena: no. No mi alma, no te vas a ir, si no tienes el tercer elemento que yo llamo el tercer apoyo: la voluntad. 

La voluntad de levantarte a hacer cola en el ministerio correspondiente para la Apostilla de la Haya, la voluntad de no solo inscribirte en el curso de Noruego sino ir a clase todos los días y hacer la tarea, y pedir tu visa y hacer la propuesta para entrar al postgrado. La voluntad es la acción, alimentada por la determinación. 



En fin que ninguno de ellos por separado te sirve pues puedes tener mucha voluntad, pero si no crees en ti mismo/a y en tus capacidades y andas con la historia trillada de “a mi nada me sale bien” efectivamente estarás programándote a ti mismo/a, a que nada te salga bien pues no tienes Fe. Y sin determinación no tienes rumbo fijo a seguir.

Estos tres elementos deben ir de la mano: fe, determinación y voluntad si tus objetivos deseas materializar