En tiempos difíciles es cuando el carácter, la personalidad,
las creencias y afines se ponen a prueba. Mentiría cual condenada si dijese que
no estamos atravesando tiempos difíciles en Venezuela, especialmente estos
últimos cuatro meses de este año 2014. Sin embargo, no es de las dificultades
de las que quiero hablar, y si hablase de eso seguro que conseguiría más
audiencia pues he notado que las cosas que percibimos como malas y complicadas
tienen como un magneto que atrae a la gente, será porque estamos todos
afligidos y tenemos energías discordantes que atraemos eso, o no sé. Tal vez,
solo somos curiosos y queremos ver y comparar como está otro. En fin que en
tiempos convulsionados es difícil ver lo bueno que nos llevará a salir adelante
o a progresar o a resolver nuestras inquietudes o problemas.
Conversando con mis amigos y compañeros y colegas, y todo
aquel que se deje atrapar por mí para conversar, generalmente nos movemos por
lugares comunes tales como necesito papel higiénico, café, un carro nuevo, una
batería nueva para el carro, etc. Quiero aclarar que estos son lugares comunes
desde hace poco más o poco menos un año en nuestra Venezuela, pero, tampoco es de esto que quiero hablar.
Ayer conversábamos un nutrido grupo de jóvenes
contemporáneos, ok, adultos jóvenes contemporáneos y no, no entrare en mayores
detalles de juventud, al menos no por el momento. El tema es que, hablábamos de
alcanzar metas, cumplir objetivos todos ellos relacionados con bienestar
personal y progreso familiar, y uno de nuestros compañeros dijo algo que todos
repetimos sin cesar: hay que tener fe.
En ese momento, noté un detalle bien significativo, que
decidí en ese momento llamar los tres apoyos.
La fe sola no nos sirve de nada, bien dice la Biblia, que
Dios dijo: “Ayúdate que yo te ayudaré” vale, la fe sola no sirve, pero sin fe
tampoco sirve. Si no estamos convencidos que lo que anhelamos para mejorar
nuestras vidas es posible, esto no llegará a nuestras vidas. La fe es la
creencia que nos permite soñar y obrar en consecuencia.
El segundo apoyo, es la determinación. Una vez
que hemos comprendido que tal o cual acción mejorará nuestras vidas
considerablemente o al menos medianamente pero contribuirá a que alcancemos
algún nivel o grado de perfeccionamiento espiritual, emocional, mental, físico y/o
material, es decir, nos dará un grado de felicidad que para el momento es lo
que necesitamos emprenderemos las acciones.
Entonces, si queremos irnos a hacer
un postgrado en Noruega, buscamos todos los cursos de Noruego, y desempolvamos
los últimos títulos académicos conseguidos, miramos todos los días las
Universidades en Noruega, y suspiramos, tenemos fe y estamos determinados a
irnos a estudiar un postgrado en Noruega. Pero, ya va, ¿tanto papeleo? ¿Apostilla
de la haya… que? Ay no, pero yo me quiero ir,
yo estoy determinada y tengo fe que si creo que me voy a ir me iré. Ajá,
si, claro que no. Así como suena: no. No mi alma, no te vas a ir, si no tienes
el tercer elemento que yo llamo el tercer apoyo: la voluntad.
La voluntad de
levantarte a hacer cola en el ministerio correspondiente para la Apostilla de
la Haya, la voluntad de no solo inscribirte en el curso de Noruego sino ir a clase
todos los días y hacer la tarea, y pedir tu visa y hacer la propuesta para
entrar al postgrado. La voluntad es la acción, alimentada por la determinación.
En fin que ninguno de ellos por separado te sirve pues
puedes tener mucha voluntad, pero si no crees en ti mismo/a y en tus
capacidades y andas con la historia trillada de “a mi nada me sale bien”
efectivamente estarás programándote a ti mismo/a, a que nada te salga bien pues
no tienes Fe. Y sin determinación no tienes rumbo fijo a seguir.
Estos tres
elementos deben ir de la mano: fe, determinación y voluntad si tus objetivos
deseas materializar