Menos mal que yo pienso que más vale tarde que nunca, hace un año casi, que fui para México y no he escrito nada sobre eso…el colmo de un cronista, ya lo sé, lo digo siempre que me retraso en las crónicas y relatos pero me gusta hacer énfasis en mi queja…sueño con el día que vaya al día con mi bitácora, vaya capitán de navío he resultado.
Bueno, resulta que cuando llegué a México después de cazar artistas en Maiquetía, OH! Si, me encontré a Pedrito Fernández, el niñito que cantaba la canción : la de la mochila azuuuul, la de ojiiiitos dormiloooonesss claro que ya no es niñito es adulto hecho y derecho, cuando lo ví en el aeropuerto me decía caramba yo a ese chamo lo conozco de algún lado, vamos a hacer memoria me decía, estudio conmigo en
En el avión tuve la suerte maravillosa de que cuando se estaba montando un gigantón casi me dejo tuerta con la correa de su maleta que monto en el sombrerero encima de mi asiento y luego el personaje no paro de hablar en las cinco horas que duró el viaje, incluso muy gentilmente le sugerí la posibilidad de que se callara la boca…ok cuando llegué a México, tenía en mente varias misiones, la primera de ellas era tomarme en Starbucks (en Venezuela no hay Starbucks) un caramel macciato que bien me había recomendado Sof que tomara, luego era ir a ver a los pandas de Chapultepec y finalmente robarme el calendario azteca del museo nacional de antropología, creo y aun lo sostengo que se vería genial en la pared de mi cubículo. E infaltable e impelable una torta de jamón!!
Aún cuando teóricamente sabía que el aeropuerto del DF era inmenso, había naturalmente, subestimado las distancias, tuve que pasar como por 10 cintas transportadoras y correr bueno, no correr pero si caminar a paso tenaz, como por 20 minutos hasta que llegué al sitio de inmigración para que me sellaran el pasaporte, y ahí, había una señora cola que no se le veía el principio, total que pase dos horas, dos, no media, ni una, dos horas completitas hasta que me sellaron mi pasaporte, por suerte era mi maleta la que esperaba por mi y no yo por ella. Así, con la maleta en la mano el hambre hereje y la incertidumbre de a donde iba a meterme salí a buscar un taxi, claro que para buscar el taxi necesitaba dinero así que muy disimuladamente, por el tema de la seguridad y tal, (hablando de la seguridad, recuerdo que Gledys muy preocupada por mi me dice, mira ten cuidado que en el DF si te atracan y no das el dinero o no tienes te pueden golpear o lastimar…lo que genero una honesta risa de sorna pues si eso sucede en Caracas simplemente te matan, pero bueno, no hablemos del tema de la seguridad en nuestra América Latina) miré a ver si veía un cajero para sacar dinero, y fui muy diligente a sacar algunos pesos, meto la tarjeta y me da error, ah caramba pienso, nada, este cajero no tiene dinero, cajero chimbo! Me voy a otro cajero, y ahí me dice clave inválida, ahí pienso, oh oh ahora si es verdad que tengo un problema porque si la vuelvo a meter se me va a bloquear y me voy a quedar sin dinero, y claro ya me vi regresando a pie hasta Venezuela, montada en un burro atravesando toda América Central y pidiendo cola en Panamá para llegar a mi casa, cuando miro la tarjeta y me di cuenta que no era la tarjeta en la que tengo el cupo de dólares….alivio total! Una vez que tuve dinero, me fui a la cabina de donde se compra la tarjeta para los taxis, y por supuesto, compre mi caramel macciato y ya ahí descubrí que no hay que pedir tamaño mediano en México, siempre pequeño, el mediano era inmenso, dure como 20 min. tomándomelo!!! Sin exageración alguna, y de paso corriendo detrás del taxista como medio kilómetro más hasta el taxi….evidentemente que en una ciudad tan inmensa, las distancias no podían ser cortas. Tuve mucha suerte pues no había tráfico ese día, ya que se acercaba el solsticio de verano y además era feriado así que estaba ligera la ciudad. En el taxi ya tuve una muestra de lo galantes que son los mexicanos, pues el señor, muy cordial, me pregunta: De donde es usted señorita? Le respondo, de Venezuela, y me dice, ah con razón es usted tan guapa…bueh, muy bueno para el ánimo después de siete horas agotadoras.
Lo mejor del primer día en México: el ángel de la libertad en la avenida reforma, cuando el taxi se enrumbo hacia donde estaba mi hostel, el sol hizo que la estatua envuelta en una lámina de oro de 14 quilates brillara con una luz sobrenatural. Lo peor de ese día, fue ver a los pandas flaaaacos sucios y pequeñitos, además del acceso de tos que me dio, por la altura supongo no lo sé.
Pero bueno, esa noche, cene torta de jamón, que llevaba, guacamole, cebolla y tomate, estaba deliciosa, claro no conté como era el hostel, honestamente, ahí valía decir, si lo sé no vengo, pero al final del día resultó ser como esas residencias estudiantiles solo que sin una casera que se entrometa en todos los asuntos de la gente, y conocí un montón de gente interesante. Pero claro que el famoso hostel estaba en un sitio que sinceramente en Caracas ni hablar de la peluca que me iba a meter ahí yo, pero si vuelvo a DF este año, cosa que espero hacer, vuelvo jejeje ya conozco el sitio ¿no? El hostel, queda a la entrada de la zona rosa, en la Colonia Cuauthemoc, creo y digo creo porque no estoy segura ya de las direcciones exactas, pero bueno, el tema es que la zona rosa, es muy bonita, muy comercial y muy rosa. Ya contare más de esto.
El segundo día me fui con el turibus a hacer el recorrido típico de los turistas pero siendo turista ¿Qué más podía yo hacer? Turistear y eso hice ese día, conocí el Zócalo, el Palacio de Gobierno, el museo Nacional de Antropología, valga la acotación que el calendario azteca está bastante bien vigilado, vi el Palacio de Bellas artes por fuera, dada la fecha feriada que tenia entre pecho y espalda los horarios de muchos sitios estaban cambiados así que no coincidí con un día en que estuviera abierto el Palacio de Bellas Artes pero al menos pude ver los murales de Diego Rivera. También pasé por el Café de Tacuba donde almorcé el día siguiente, e igualmente desayuné en la casa de los azulejos…Ese segundo día me resigné y decidí ser cortés con la gente que se estaba hospedando en el hostel, la noche anterior hicieron tanto ruido que me provocaba tirarles un zapato pero no hubiera sido una buena introducción o intento de convivencia no? Así pues el segundo día opte por la cordialidad, después de todo, se cazan mas moscas con miel que con vinagre eh? Y ojo, no estoy diciéndoles moscas a los que serían en los siguientes dos días mis nuevos mejores amigos. Total que conoci a varias personas muy singulares, un señor mexicano, judío sefardí, que estaba en proceso de divorcio de su señora esposa y esta lo botó de la casa solo con un maletín y su laptop, un brasileño, que parecía japonés y hablaba una mezcla extraña entre inglés, brasileño y español de vez en cuando, y una señora japonesa que fumaba sin parar y tenía los dientes tan amarillos que parecían no sé, algo raro, y su hijo, con la cabellera más hermosa que he visto en tiempo en un muchacho, en realidad el muchacho no era ni feo, lástima que era tan rejoven, si hubiera sido unos meses mayor hasta me tomo el trabajo de pedirle su correo electrónico pero como solo tenía 20 años, era demasiado esfuerzo intentar entender inglés con acento japonés. La mamá, hablaba español perfecto, pues trabajaba de traductora de japonés al español! Total que esa noche, nos fuimos este singular grupo, a cenar en un sitio que ya no recuerdo como se llama pero era como un Mc Donalds de comida Mexicana, ahí comí algo con Mole, estaba rico, aunque definitivamente el Mole no me gusta, tiene un sabor muy particular, entre dulce, picante y salado que no terminó de gustarme. Aunque en general la comida mexicana me gustó muchísimo, especialmente los tamales dorados, las gorditas y las tortas de jamón. Y por supuesto los jugos que son deliciosos. Eso sí, hay que estar siempre pendiente de pedir porciones pequeñas porque todo es desproporcionadamente inmenso, no entiendo como los mexicanos no están gorditos redonditos rodando…yo no llegue rodando porque de la porción pequeña por suerte no me cabía mas que la mitad, entonces pues no tragué tanto tampoco.
Al día siguiente fui a Teotihuacán, de allí solo puedo decir, que fue una experiencia religiosa que me dejo boquiabierta. También conocí, la hospitalidad mexicana, eso me gustó mucho, lo que pude observar, es que allá salen todos en grupos, grandes generalmente familiares más o menos igual que aca, solo que allá, la gente se solidariza con el que va solo, como era mi caso, me di cuenta cabal de eso en el carrito que lo lleva a uno a hacer el recorrido en las pirámides, pues se sentó enfrente de mi una familia y oigo que una niñita le pregunta a la mamá: y con quien viene la señorita? (esa era yo) y la mamá le dice, ah como que viene sola, ahí inmediatamente todos se voltearon a verme y comenzaron a conversar conmigo y casi casi me hacen ir con ellos en el tour por las pirámides pero es que no les gusta ver a la gente sola, cuando iba a comer pues ahí también, la pregunta era, cuantas personas señorita? (ellos le dicen señorita a tooodas las mujeres no sea que se puedan ofender si no están casadas y les dicen señora) y cuando les respondía que era yo sola, ponían una cara como de ahhh!! Pobre, vamos a buscarle una mesita cerca de un grupo grande…realmente me gustó mucho la hospitalidad de los mexicanos y la amabilidad, son personas sencillas, hospitalarias y amables, tuve en general una impresión muy buena de los mexicanos.
Después en Mazatlán, mis nuevas mejores amigas, Verónica (Chilena, valiente y luchadora) y Aracely (Mexicana, encantadora y cordial) fueron simplemente maravillosas conmigo, sobre todo en la parte en la que me cayó la maldición de Moctezuma, justo el día de mi ponencia, empezó el malestar, sinceramente, no se cómo logré dar mi ponencia, los retortijones eran terribles, y el malestar yo estaba convencida, por ahí en la tarde que me había pillado un cólerita en el DF o algo así pues había visto que tenían campaña para evitar el cólera, pero, pues por suerte, no no fue eso, solo fue la maldición de Moctezuma, que ataca a todos los extranjeros y me ataco en Mazatlán y no en el DF, que allá fui mucho más cuidadosa al comer, pues me fijaba y le hacia la prueba de los diez pasos al sitio de comida: si la persona que salía después de comer daba diez pasos y seguía vivo y no se tambaleaba, entraba y comía pero en Mazatlán me confié pues Verónica nos recomendó un restaurantcito, y zas, las bacterias acechando en las sombras me cayeron encima eso si que fue como la mosca en la sopa, pero bueno, ya aprendí en todos lados hay que hacer la prueba de los diez pasos y listo.
Encontré de México fascinante la forma en que todos ellos se sienten tan orgullosos de su país, de su historia, y de su legado indígena, ciertamente, al igual que todos los países de nuestra Latinoamérica no están exentos de los problemas concernientes al tercer mundo, a la pobreza y a los pasados gobiernos populistas, pero, sin duda alguna México es un país muy rico en la calidad de las personas que lo habitan lo que lo hace potencialmente un buen candidato a conseguir superar las barreras de la pobreza e inequidad. Lo que pude percibir en el común de la gente, era que todos estaban al decir de ellos mismos, hechándole ganas. Y bueno, ya será mejor que la corte por acá pues si no ya va a parecer la reedición del nuevo testamento, sin duda alguna, como siempre, se me quedarán por contar anécdotas y claro también como siempre tengo que hacer el propósito de contar las cosas en el momento pues un año más tarde es mucho lo que se queda en los rincones de la memoria pues después de este viaje, fui, a Mérida de Venezuela claro, y a la tierra del sol amada, es decir Maracaibo que fue una delicia de viaje. Y bueno, esto es todo ahora amigos!
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